EL TEATRO NOS SORPRENDE Y NOS SALVA
(Declaración del Observatorio Teatral Hispano a propósito del Día Mundial del Teatro correspondiente al año 2022)
El teatro vuelve a sorprendernos. Porque no solo sobrevivió a las
tecnologías del siglo XX, si no que las ha integrado; y hoy las nuevas
tecnologías y las proyecciones audiovisuales son un recurso constante dentro de
la densidad sígnica y de lenguajes que siempre ha sido el arte escénico. Porque
este no solo entretiene y educa, también forma, corrige, libera, cultiva y
salva a seres humanos que, al abandonar sus lunetas o la instalación, recuperan
la plena condición de sujetos sociales. Porque todo en el teatro es material, artesanal,
pero también espiritual e intelectual. Y alcanzar esa condición integral,
dentro de cualquier estética o estilo, salva un espectáculo pues salva la humanidad
de las personas que en el teatro han encontrado un refugio.
El teatro vuelve a sorprendernos. Incluso, lo hace en el peor escenario
de la civilización: la guerra. Hace pocos días, en la ciudad ucraniana de Mariúpol,
fue bombardeado por el invasor ruso un teatro. Era el Teatro Dramático en
Mariúpol. Era nuestro teatro en Mariúpol y hoy es un conjunto de ruinas. El
cobarde invasor ruso, compatriota de Stanislavsky y Meyerhold, padres del
teatro actual, realizó semejante crimen contra las 1300 personas (niños,
mujeres, ancianos) que se refugiaron en esa instalación, sin respetar la
palabra rusa NIÑOS, escrita delante y detrás del edificio con letras enormes, visible
desde el aire. Pero la tragedia no fue absoluta. Alrededor de 300 personas fueron
asesinadas, mientras el resto salvó sus vidas. A la vez, en Polonia, cerca de
la frontera con Ucrania, los compatriotas de Grotowski y Kantor, están
acogiendo en alguno de sus teatros a los numerosos refugiados ucranianos que huyen de los horrores
de la guerra.
Así el teatro vuelve a sorprendernos, a salvarnos. Y no debido a la naturaleza de su arquitectura ni por ser una maquinaria escénica de la conciencia funcionando en modo poético y ritual, ni siquiera por la bondad de sus amantes. Porque el teatro salva a pesar de las personas que lo hacen desde la creación y de las personas que lo hacen desde la percepción. Porque su eficacia ocurre siempre en las personas, nada más que en las personas, ya estén en una sala a la italiana, una plaza o en un espacio flexible. Porque, si la ejecutoria íntegra del hecho teatral supera (no anula) las miserias humanas, se manifestará en el proceso de montaje, en la representación, o en ambos, lo que llaman “la magia”, que no es más que la dimensión espiritual del arte: es decir, la exaltación y el mejoramiento humano de quienes se han involucrado en esta actividad milenaria.
Hoy el teatro vuelve a sorprendernos porque nos rescata de entre las
ruinas, nos ayuda a sobrevivir, nos salva, también, de nosotros mismos por
medio de la belleza.
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