O.T.H.
Yo creo que la acción teatral es absolutamente transformadora básicamente en dos ejes. El primero se refiere a la práctica, cuando una persona empieza a hacer teatro trabaja sobre sus registros expresivos. Es decir, llega un día a clase y se enfrenta a su expresividad que está mediatizada por su historia de vida. Y es en el abordaje de los personajes donde la actriz/actor primero reconoce esos registros propios y luego los abre, los amplía. Esto requiere de un trabajo interno que implica soltar los propios bloqueos y esto es gracias a la práctica teatral. El segundo eje transformador es con el espectador. Y aquí trabajo como creadora con los espectadores más exigentes que encontramos en la primera infancia. Allí me interesa ofrecerles un espacio no normativo para que ellas y ellos puedan desarrollar su imaginario, es decir, las instalaciones parten de la premisa de abrirles un espacio de libertad donde cada uno pueda experimentar desde el cuerpo y el mundo simbólico.
A partir del año 2020, imagino que, debido a la pandemia, diversificó el formato de sus producciones y, además de las teatrales, comenzó a producir en formatos audiovisuales. Muchos celebran que el formato audiovisual consiga trascender momentos y fronteras. Otros, por el contrario, afirman que con este formato se pierde la esencia del teatro. De acuerdo con su experiencia, ¿qué opinión le merecen estas apreciaciones?
Yo trabajo con equipos artísticos donde reflexionamos y conceptualizamos desde la filosofía y la estética para construir instalaciones, algunas audiovisuales y otras totalmente inmersivas. Pero las audiovisuales son muy elaboradas para estas franjas de edad y se interviene el espacio escénico y buscamos siempre que la experiencia corporal y la vivencia sea primordial. Son el pequeño y la pequeña espectadora los protagonistas de las obras y nuestra premisa es ofrecerles puentes creativos a su universo imaginario. Entonces, el que sea audiovisual es una característica más de la pieza, pero no es la base. Por eso creo que las herramientas que se usen en el teatro o en una instalación teatral depende siempre de cómo se use.
Por lo regular en el arte, los creadores se mueven en un espectro dentro del cual desarrollan la obra de toda una vida. En su obra se advierte, por ejemplo, en Oh Uh Ah Ei! Tierra-Aire-Fuego-Agua, una instalación que busca la comunicación y la emoción a través de los sentidos para niños de 1 a 5 años. Luego, en 2022 vemos que lleva a escena No entiendo a los hombres, una pieza de teatro documental que supone una reflexión dentro del campo de la sociología o la psicología. ¿Cómo consigue usted moverse dentro de un abanico de técnicas y recursos tan vasto?
Yo soy antropóloga. Me licencié en
Buenos Aires y me doctoré en Barcelona. Yo utilizo la antropología para pensar
el teatro. Dicho esto, en nuestra productora de L’auténtica en Barcelona
tenemos dos esferas de acción diferenciadas. La primera son las instalaciones
inmersivas para la primera infancia donde somos pioneros. Ahí yo creo la idea
original, el concepto, y luego dirijo la obra junto al equipo creativo. Tiene
una base antropológica, filosófica, psicológica, y estética. La senda, Teatro
documental. Aquí parto de una investigación etnográfica y luego esos resultados
los desarrollo en la escena teatral. Es decir, si bien parecen temas muy
opuestos y en parte lo son, me encantan ambos y tienen el denominador común de
construirse desde las ciencias sociales.
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