Crítica
ALICIA EN EL MIAMI DE LAS MARAVILLAS
La comedia musical para niños, Alicia Lives
in Miami, de El Ingenio Teatro, convirtió a una superproducción de fuerte vocación
social en una de las apuestas con mejores resultados de la escena local este
año.
HABEY
HECHAVARRÍA PRADO
I
De acuerdo
con el punto de vista de un amigo, Miami contiene muchos “Miamis”. Y como yo estaba
acabado de llegar a Estados Unidos, concluyó desafiante: “a ver en cuál de
ellos quieres vivir”. Bajo esta óptica, y no solo por mis conexiones familiares
con el espectáculo, me acerqué a Alicia vive en Miami, el reciente
estreno de El Ingenio Teatro: “veamos en cuál de los Miamis vive la
protagonista”. Tal fue mi demanda ante una muy animada y comprometida puesta en
escena. ¿Acaso Alicia vivirá en el Miami turístico del sol, la playa, las
fiestas de piscina, los clubes nocturnos, o en la ciudad de barrios históricos
afroamericanos o latinos y sus muchos arrabales? Empero, quizá, resida en las zonas
cosmopolitas de enorme arquitectura posmoderna donde el pueblo floridano,
repleto de emigrantes, aspira a ser, al mismo tiempo, el Manhattan del sur y un
enclave multimillonario y caribeño del norte; o a lo mejor habita en una de
esas urbanizaciones cerradas para super ricos. ¿En cuál Miami vive o quiere
vivir Alicia?
Alicia Lives in Miami ofrece
un argumento inspirado en Alice's Adventures in Wonderland (1865), la fábula fantástica que fabricó el
británico Lewis Carroll (Charles Lutwidge Dodgson, 1832-1898). Como
ha sucedido durante milenios c0n los mitos griegos, este libro (en traducción
castellana: Alicia en el país de las maravillas), ha sido visitado y
revisitado desde casi todas las artes y lenguajes para pensar las épocas, sus
individuos, las sociedades. El presente espectáculo bilingüe se basa en un texto de Adyel Quintero y Liliam Vega, directora artística y general, que es una reescritura cuyo acceso al mundo onírico de aquella niña, en cuanto realidad alternativa, potenció la vocación multinacional, multicultural, emergente y fronteriza del condado
Dade.
A partir
del carácter cubano, e hispano en general, de esta aventura urbana, el calado de
sus marcas identitarias expuso una historia dividida en dos partes y sazonada
con gran variedad de personajes episódicos, circunstanciales, principales, figurantes,
humanos, animales, fabulosos. Dicha estructura díptica organizó los ciclos de
la acción alrededor de dos temas básicos (la emigración y la formación de los
niños) que fueron articulados en una serie de peripecias, situaciones ordinarias
y sucesos cuasi legendarios. Como la composición temática se abordará más
adelante, por ahora es suficiente señalar que la obra establece una extensa
metáfora social mediante el universo paralelo de Alicia. Y la parábola arrojó una
primera respuesta a la pregunta hipotética sobre “los Miamis”.
La
interpretación del mito de Alicia, para bien de esta obra tan local como
universalista, le debe mucho más a una inspiración citadina desde su realidad
social, que al éxito literario de un autor decimonónico. En otras palabras, el
espectáculo que llegó al Koubek Theater a principios de este mes de agosto ―justo
en uno de esos fines de semana con estrenos notables que transforman al antiguo
territorio de los Tekesta en la capital del mejor teatro estadounidense en
español―, sugiere que lo importante, lejos de cuál es el Miami de Alicia,
consiste en saber quién es la Alicia de “estos Miamis”. La preocupación geográfica
e identitaria, atrae una demanda ética.
Esta
matriz de pensamiento dramático fundamenta una valoración crítica que no asume
la puesta en escena de El Ingenio Teatro como un divertimento infantil, familiar,
aunque a ratos lo pareciera, sino como una obra intergeneracional cuyos
distintos niveles de lectura configuraron una pieza deliberada de teatro
social. Pero su deliberación era festiva. El ambiente de alegría y de
resolución ideal de conflictos cristalizó en situaciones cómicas, abundante
música, canto, coros, dinamismo, un aluvión de colores, globos, efectos
visuales, canciones de géneros variados y frecuentes coreografías.
Luego, este
evento escénico facilitó la inversión de una exégesis que suele aplicarse a la
literatura y al teatro para niños. Del mismo modo que ellos se apropiaron de
las fábulas tradicionales, los arlequines, Gulliver, El Quijote o terroríficos cuentos
populares (versionados por Perrault y los hermanos Grimm), que en ningún caso fueron
concebidos para menores de edad, es pertinente acercarse a obras o estilos
infantiles invirtiendo la perspectiva de lectura. Me refiero a la posibilidad
de comprender un discurso, en principio dirigido a la niñez y la pubertad,
desde enfoques propios de gente mayor de edad, atento a los distintos planos
interpretativos de la Alicia miamense. Seguramente será una aproximación
demasiado seria, pretenciosa tal vez, pero permitirá reconocer ciertas profundidades,
otras enjundias, densidades, unos quilates que nutren y prestigian el actual
teatro hispano de Miami.
II
Desde este
ángulo, los tres valores de la puesta en escena serían el ambiente de
celebración, las interpretaciones y el abordaje de problemáticas sociales, cada
uno por razones diferentes.
Por razones de construcción escénica, la interpretación actoral debe ocupar el centro de la valoración. Rachel Cruz, Kirenia Vega, Luis Nalerio, Yusán Mulet y Fanny Tachín fueron los jóvenes intérpretes que, con modos farsescos, oscilaron en su desempeño técnico entre la simpatía del clown y las astucias del pícaro. La energía, incluyendo el canto y el baile, atravesó con eficacia las escenas principales, lo que no impidió que tres personajes quedaran en la memoria por su impacto dramático y confección equilibrada. Junto a la Alicia de Rachel Cruz, fueron la antagonista Reina Chillona de Kirenia Vega y la enana reina chillona de Yusán Mulet, una divertida duplicación paródica de la maldad.
Mientras
tanto, una cantidad indeterminada de pequeños actores y actrices de diferentes sexos,
razas y edades (algunos de muy poca edad), rodearon a los intérpretes adultos
para darle vida a cantidades multiplicadas de personajes y figuras ocasionales,
a menudo bajo diferentes aspectos y trajes que los volvieron irreconocibles.
Los chicos también bailaron, cantaron y encantaron en la mayor parte de las
escenas, y hasta despertaron una marea conmovedora que, por momentos, desbordó
el escenario y ocupó los pasillos del lunetario. Los pequeños intérpretes no guiaron
el espectáculo ni condujeron la trama. Consolidaron la comedia musical con sus
numerosas apariciones (los actores adultos defendieron además el género de aventura),
e infiltraron el hálito de inocencia y de frescura determinante para el sentido
de la obra. Ellos fueron el motivo, el vehículo, el objetivo de la andadura
teatral, una realidad artística y extra artística sencillamente hermosa.
Por
razones de la idea espectacular y su concreción, interesa el ambiente de celebración.
Me refiero a la atmósfera de fiesta que reflejó los aspectos organizativos, financieros
y artísticos de la representación. En la medida de que la colorida visualidad lució
tantas figuras, trajes y objetos llamativos, iluminados a vivo color, el
dinamismo asoció las acciones dramáticas con bailes, movimientos escénicos y
escenas de multitudes ―infrecuentes en el teatro dramático―, una corriente de
alegría atravesaba la representación. En resumen, echar mano a una amplia gama
de efectos, manejar bien los recursos e hilar una narrativa con la coreografía
y la buena música en vivo creó la versión hispana de un musical norteamericano
que reunió las características de una superproducción.
La
eficacia del festejo se basó en que no era un efecto epidérmico sino un elemento
procesal que antecedió a la puesta en escena. Fue un recurso relacionado con la
comunidad de creación y la faena pedagógica de El Ingenio Teatro, además de ser
una confirmación aquí de la importancia medular del convivio, teoría teatral
en la que ha insistido el profesor Jorge Dubatti. Específicamente, el montaje de
Alicia Lives in Miami se apoyó en un curso de verano para niños,
sostenido por varios años, que, a la vez, es una extensión de los talleres de
arte que la compañía realiza durante el año escolar en colaboración con el
Centro Mater, una organización educativa que ayuda a familias necesitadas. La
convivialidad debió propiciar una comunidad, la coordinación del montaje y la
dirección actoral (tal vez dignas de un making off), y la forja del
espectáculo. Todo obliga al reconocimiento de una producción teatral encomiable.
Ahora bien, la recreación del ambiente celebrativo dejó ver méritos y limitaciones. Las
segundas fueron una consecuencia de los primeros. Esta superproducción de teatro comunitario con muchos niños no equilibró las actuaciones de los intérpretes
menores respecto a los actores mayores. Tampoco aprovechó las variaciones del fondo escenográfico optando por un fondo único, sugestivo aunque específico, que no recreaba, en una representación tan visual, los cambios de espacio dramático y circunstancias. La capacidad evocadora del telón fijo se incrementó introduciendo elementos nuevos en el escenario por medio de los histriones durante el transcurso de las escenas y las líneas de acción. Al mismo tiempo, parecía que las limitaciones de expresión procedían de decisiones conscientes. Desde ese punto de vista, el aprovechamiento del fondo
escenográfico fijo y la exposición de un nivel no profesional en los niños
actores reforzó las imágenes del juego escénico y de la celebración en un
ambiente familiar. La contradicción de apreciar en el defecto el perfil de una cualidad es habitual en elaboraciones artísticas de alta coherencia. En particular, la fascinación lúdica de la obra favoreció notablemente una ilusión escénica en ausencia de la cuarta
pared, un recurso bastante común del teatro para niños que fue radicalizado en la última escena.
Y por
razones temáticas, el abordaje de problemas sociales adoptó un orden parecido
al de la estructura díptica del relato. Esas dos partes de la pieza sirvieron
de soporte a dos temas fundamentales, en diálogo con preocupaciones de la
población del condado. Desde el inicio hasta la mitad, la obra desarrolló sucesos
y asuntos alrededor de la inmigración, reflejada en todos los personajes en
general y en el grillo recién llegado a la ciudad, en particular. La otra mitad
de la obra desplegó el tema de la formación de los niños, proponiendo que se
les estimule la imaginación y la libertad, bajo la justificación argumental del
enfrentamiento de la maldad represiva de la Reina Chillona que Alicia lideró.
En ánimo
de síntesis, basta prestar atención al tratamiento de la inmigración. Al
respecto, ningún espectador pudo pasar por alto la insistencia en un tópico que
ocupa la primera línea de discusión en los Estados Unidos y gran parte del
mundo. El tema apareció en el comienzo de la obra. De inmediato se volvió un tópico
dominante que alcanzó un instante climático al final de la primera mitad de la
obra, cuando el grillo, a quien las autoridades buscaban, aseguró que estaba en
proceso de plena legalización de su estatus migratorio. En la segunda mitad, el
abordaje de la inmigración decae, pero no desaparece ni siquiera al final del
espectáculo.
Tanto la
inmigración legal como la ilegal tuvieron un acomodo en el discurso. Sin ahogar
el relato en asuntos de leyes e ideologías partidistas, el tratamiento adoptó una
postura compasiva hacia las personas atrapadas en ese problema sin restarle
importancia a los principios de legalidad y orden público. Un matiz adicional
estuvo en subrayar el aporte económico y cultural de la integración social de
los inmigrantes a través de las presentaciones que hacen de sí mismos los dos
conejos. Porque Alicia fue convocada a este Miami fantástico por los personajes
a quienes después escuchó y, conmovida, procuró ayudar. La aparición de un
problema comunitario, que derivó en asunto político, terminó como una cuestión
ética.
III
El ethos
de Alicia corresponde a un tipo de heroísmo cultural cercano al universo de
los infantes. A entender, el éxito de la protagonista en sus empresas depende
de una invariable naturaleza lúdica y festiva. Este comportamiento convirtió
cualquier circunstancia, ya sea peligrosa o relajada, en una oportunidad de
diversión y aprendizaje, o en una ocasión de celebración y de alegría. Durante
la evolución del argumento vemos que esa actitud liberadora ayudó a encontrar soluciones
frente a determinadas contingencias. Sin embargo, el ethos festivo y
lúdico del personaje condicionó el ambiente del espectáculo donde una gran
cantidad de pequeños actores, cantantes y bailarines parecían brotar del sueño
de Alicia. Al cambiar de ropa, los personajes, enfundados en trajes espléndidos,
no siempre se identificaban ni era posible contarlos a la vista. Lo posible fue
disfrutar con la avalancha del breve carnaval que se apropió de sala del Koubek
Center. La ética festiva que propugnó la lógica carnavalesca de la obra, como reafirmación
sanadora de la existencia, sería semejante a la que estampó la inmensa Celia
Cruz en una de sus famosísimas canciones.
El
tránsito del conocido homo ludens a un reconocible homo festivus,
que tan bien cifrado está en la esencia de la cultura hispanocaribeña, logró su
apoteosis al final del espectáculo. Después de incorporar sucesivas formas lúdicas,
hacia el cierre, la representación recuperó características de celebración
festiva y aumentó los efectos del carnaval que se anunciaron en el principio. El
final fue una emocionante apoteosis donde todos los actores y buena parte del
público corearon, a toda voz y dando palmadas, el tema musical de la obra, una
fusión a partir del rap: “Alicia Lives in Miami”.
La Alicia de
El Ingenio Teatro me recordó a las madres fundadoras de Miami, Julia Tuttle y Mary Brickell, porque refundó en sus sueños una ciudad estadounidense, mestiza, poliédrica, internacional,
parecida a la que muchos desean (¿o acaso ya existe?), e incluso, al país del
futuro. Ella hizo de su sueño miamense una ensoñación colectiva donde, al final de la obra, decidió permanecer, ya que había llegado a una región promisoria, repleta
de encantamientos, sorpresas, retos, colores, juegos, endriagos y contratiempos. Es decir,
Alicia vive en “su” Miami de las Maravillas. Y el discurso teatral es coherente
con esta visión del poder creador de la imaginación, del propósito, de la voluntad.
Por todas
estas seducciones que estimularon a espectadores de diferentes edades, a estas
alturas podemos considerar que Alicia vive en Miami es uno de nuestros
mejores espectáculos del año.
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